Ese dolor corpóreo,
que separa de mi mente,
la frialdad de mi alma,
del dogma y del talento,
de la fe del desahuciado.
Ese dolor inepto,
de la crueldad de las cosas,
que endulza las ideas,
y martillea mi cerebro.
Ese dolor insípido,
que causante de mi desgracia,
se ríe a carcajadas,
mientras rebusca aburrido,
el último cigarro.
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